16 July, 2009

El final

- Hemos terminado. Esto se acabó.
- Pero, ¿por qué?
- Realmente no sé, pero creo que este es el final. Debemos aceptarlo. Todo tiene su hora.
- ¡No lo hagas!
- No hay nada que podamos hacer. Todo lo que quedan son cenizas.
- Entonces, ¿por qué no añadimos algo más de leña? Algo para mantener el fuego vivo, al menos por un rato.
- ¿Por qué?
- A nadie le gustan los finales.
- Eso es verdad, pero tengo el corazón lleno de humo.
- ¿No sientes dolor?
- Me siento indiferente, templado. Siento que la llama está titilando, pero que pronto dejará de hacerlo. El brillo es sólo cuestión de tiempo.
- No quiero que nuestro amor titile y muera.
- Todo tiene un principio y va hacia un final.
- ¡Por Dios! Mandemos al carajo esta tontería. Canta esa canción de amor. Cántala, como solías hacer. Tu chispa se puede haber ido, pero la mía aún salta. ¡Abrázame!
- Así que… ¿tú aún sientes el brillo?
- Bésame.
- No creo que vaya a ser lo mismo. Con una chispa viva y la otra medio muerta…
- Bésame. Bésame amor. Deja que mi llama te envuelva.
- Así que… ¿Quieres jugar el juego? Preguntas, respuestas; respuestas, preguntas… suma y sigue, hasta el final. Está bien, intentemos entonces prender el fuego.
- Sí, vamos a hacerlo.
- ¿Chispa?
- Llama.´
- ¿Fuego?
- Flama.
- ¿Brasa?
- Leña.
- ¿Candela?
- Pasión.
- ¿Calor?
- Deseo.
- … ¡Y chispa de nuevo!
- ¡Fue maravilloso! ¿No crees?
- Sí, estupendo. Bien, cariño. Tendremos que encontrar nuevas chispas.
Y… la llama volverá a vivir.
- ¿Cuántas maneras crees que encontraremos?
- El tiempo dirá.

Y así, un día…
- ¡Bésame! ¡Bésame amor!
- Hemos terminado. Esto se acabó…

- Adiós amor. Estuvo bien estar aquí.

02 July, 2009

AZUL

Estoy mirando mis pantalones vaqueros; el anhelo y la frustración están contenidos en ellos. Estos vaqueros azules que el tiempo ha gastado. ¿Me dejarán las horas con la misma apariencia?
El cenicero está a tope. Estos días estoy fumando demasiado, sin acaso tirar las colillas. Necesito poner agua a la planta. La pantalla de televisión está llena de polvo. Voy a organizar mi colección de cds, quizá estén bien en orden cronológico. Los platos y cacharros se amontonan en el fregadero, tendré que lavar algunos, si es que quiero comer aquí. Esa camisa sobre la silla… creo que debería plancharla, colgarla bien al menos. También debería escribir una carta a aquella vieja amiga, contarle.
Doy vueltas a la casa y me entretengo con tareas mundanas. Cualquier cosa que me mantenga ocupado, lo que sea que ponga a descansar mis pensamientos. Pero enloquezco. Elisa tiene un bono libre. Entra y sale cómo y cuándo le place.
Ahora, me examino en el espejo. Estoy envenenado por la rabia. Escucho como me abofeteo la mejilla. Veo un yo impotente. El reflejo no me dice nada. Elisa acorrala mis pensamientos. Cierro los ojos y su cara me sonríe. Sus labios desdeñosos, irresistibles. Labios que nunca podré besar.
El cenicero está lleno otra vez. Realmente no me gusta fumar, no creo. ¿Por qué lo hago? Definitivamente, necesito poner algo de agua a aquella señorita verde. La televisión sirve para nada. Voy a tirarla por la ventana en vez de quitarle el polvo…

He decidido salir a la calle. Un vigoroso paseo seguro que me hará ver la bondad del mundo.
La hierba está verde, fresca. Sentado aquí abajo siento el sol en la cara, templando mis entrañas. Por un instante casi la olvido. ¡Si la pudiera hacer desaparecer por siempre de mis pensamientos!

Comienzo a caminar de nuevo cuando un viejo amigo del colegio me saluda con la mano. Le devuelvo el saludo como si todo estuviera bien. Es curioso, pienso, cómo uno puede disimular. Si Alberto –así se llama- se hubiera parado para charlar conmigo, estoy seguro que no habría adivinado mi angustia. El amor no se muestra como una erupción en la piel; puedes estar sufriéndolo y nadie se entera. Incluso no puede ser diagnosticado. Quizás el mismo Alberto tenga el virus.
“Nosotros no elegimos enamorarnos”, le digo. “¡Dale un poco de felicidad a este pobre hombre!”, le suplico. Ella no escucha. “¿Conoces mi dolor?” Quiero gritarle. En este punto el amor está muy cerca del odio.
Siento como una bulliciosa soledad en mi interior, una enmarañada locura. Un corazón desesperado gritando. Esta ingrata pasión está sangrando.
¡Qué estupidez amar a quién no puedo tener, a quién nunca tuve!
Con mi orgullo y con mi hombre va la herida.
Y, aún así, caminando… llevo la desilusión en mis zapatos.
Siento que pierdo mis calles, mi casa, mi identidad. Un mundo turbio me envuelve. El amor lo ciega todo, todo lo confunde.
Tu distancia me estrangula. Estoy llorando lágrimas de muerte.
Quiero desaparecer, caminar y caminar, por siempre hasta el final. ¿Hay acaso alguna otra esperanza a la que agarrarme?

Azul e inescrutable. Tú me has visto nacer. Tú me has traído aquí. Tan lejos.
Estoy perdido. ¿Te importaría guiarme? Por favor, dime que lo harás. ¿Sería posible que no me lo negaras?
No digas palabra alguna. Mantén tu silencio.

Y estaré allí, en algún lugar.
Y caminaré. Mis manos en los bolsillos, esperando las tuyas.

Soñando como un loco en días interminables, llenos de nada.
El tiempo se me escapa entre los dedos. Sin caricias, se me va.

Te amo azul.
Senderos. Algunas veces subo, otras bajo.
Caminando.
¿Cómo podría olvidar?
Dame fuerzas para… caminar.

Tu marca permanecerá imborrable. Un dolor oculto.
Un sentimiento insondable.
¿Fue mejor ayer?
Lo mismo.
Azul.